viernes, 8 de octubre de 2010


DOS

El visitante misterioso

Era una reunión urgente de todos los miembros del despacho. Mientras nos apretujábamos en la sala de juntas, comprendí que el problema era grave. El viejo Harding fue el primero en dirigirse a la asamblea.
–Me temo que tengo muy malas noticias. Julián Mantle sufrió un ataque ayer mientras presentaba el caso Air Atlantic ante el tribunal. Ahora se encuentra en la unidad de cuidados intensivos, pero los médicos me han dicho que su estado se ha estabilizado y que se recuperará. Sin embargo, Julián ha tomado una decisión que todos ustedes deben saber. Ha decidido abandonar el bufete y renunciar al ejercicio de su profesión. Ya no volverá a trabajar con nosotros.
Todo eso sucedió hace unos tres años. Lo último que supe de Julián fue que se había ido a la India en no sé qué expedición. Las primeras respuestas a algunas de mis preguntas llegaron hace cosa de dos meses. La puerta de mi despacho se abrió lentamente. Cuando por fin se abrió por completo, vi a un hombre risueño de unos treinta y cinco años. Era alto, delgado y musculoso, e irradiaba vitalidad y energía. Me recordó a aquellos chicos perfectos con los que yo iba a la facultad, hijos de fami-lias perfectas, con casas perfectas y coches perfectos. Pero el visitante tenía algo más que aspecto saludable y juvenil.
–¿Es así como tratas a tus visitas, John, incluso a quienes te enseñaron to-do cuanto sabes sobre la ciencia del éxito en una sala de tribunal? Ojalá me hubiera guardado mis secretos profesionales –dijo esbozando una sonrisa.
Una extraña sensación me cosquilleó en el estómago. Inme¬diatamente reconocí aquella voz como de miel. El corazón me dio un vuelco.
–¿Julián? ¿Eres tú? ¡No me lo puedo creer!
La sonora carcajada del visitante confirmó mis sospechas. El hombre que tenía ante mí no era otro que el añorado yogui de la India: Julián Mantle.
Mirándole desde mi butaca me sentí totalmente en paz. Julián ya no era el ansioso abogado de primera categoría que trabajaba en un bufete de campanillas. No, este hombre era un juvenil, vital y risueño modelo de cambio.

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